Una trabajadora expresa su frustración ante las acusaciones infundadas de falta de respeto hacia sus compañeros. A pesar de intentar mantener una relación cordial, se siente acosada por comentarios negativos y comportamientos que la obligan a cambiar su rutina diaria. La situación ha llegado a un punto donde prefiere minimizar el contacto para evitar situaciones incómodas.
La empleada describe cómo los comentarios injustos han afectado su bienestar laboral. Aunque siempre ha buscado tratar a todos con amabilidad, ahora se encuentra en una situación donde incluso los saludos cotidianos se han vuelto tensos. Su deseo de evitar conflictos la lleva a adaptarse constantemente a los horarios de sus colegas.
En detalle, cuenta cómo cada vez que llega a su lugar de trabajo, se ve forzada a interrumpir sus actividades para evitar encontrarse con ciertos compañeros. Esta dinámica repetitiva está generando estrés y agotamiento, ya que tiene que levantarse varias veces al día solo para evitar confrontaciones. La situación ha llegado a un punto crítico donde prefiere marcar un tiempo específico antes de salir, todo con el objetivo de evitar encuentros indeseados.
A pesar de las dificultades, la trabajadora continúa esforzándose por mantener un ambiente de respeto. Sin embargo, la acumulación de situaciones incómodas ha llevado a una disminución gradual en su disposición a interactuar con aquellos que percibe como fuentes de conflicto. Esto ha creado una barrera invisible entre ella y sus compañeros.
Detalla cómo aún intenta ser cortés al saludar por la mañana, pero siente que estos gestos son inútiles cuando los demás responden de manera fría o evitan el contacto. La tensión constante la ha llevado a reconsiderar sus propias acciones, sintiéndose culpable por algo que considera una percepción errónea de parte de sus compañeros. Este ciclo de malentendidos ha afectado significativamente su comodidad y satisfacción en el entorno laboral.