En un día soleado con temperaturas de 27 grados, los fanáticos del automovilismo en Miami optaron por dejar las playas para asistir al Homestead-Miami Speedway. La atracción principal no fueron las carreras de NASCAR, sino el regreso de la Fórmula E a esta ciudad tras una década de ausencia. Aunque la clasificación mostró una notable igualdad, la carrera estuvo marcada por giros inesperados, incluyendo una bandera roja que cambió completamente el desenlace. Pascal Wehrlein emergió victorioso, mientras Rowland mantuvo su liderazgo general. El inicio fue tranquilo, pero la tensión creció conforme avanzaban las vueltas, culminando en un emocionante sprint final.
La estrategia jugó un papel crucial, especialmente en la gestión de baterías y el uso del Modo Ataque. Un incidente múltiple y la intervención del coche de seguridad alteraron el ritmo, generando incertidumbre hasta el último momento. Finalmente, sanciones influyeron significativamente en los resultados oficiales, destacando la imprevisibilidad inherente a esta competición eléctrica.
La jornada comenzó con una sorprendente clasificación donde solo uno de los ocho mejores pilotos del campeonato logró llegar a las rondas decisivas. Nato obtuvo la pole position, superando incluso a Da Costa, quien representa al equipo líder. En la salida, el ancho de la pista permitió un inicio limpio, aunque De Vries rápidamente tomó el control, transformando la carrera en una gestión estratégica inicial.
Los primeros compases se caracterizaron por un ritmo lento y conservador, dado que sin el Pit Boost disponible, los equipos debían optimizar el uso de energía. Este enfoque táctico dio paso a movimientos interesantes como el de Buemi y Vandoorne, quienes utilizaron el Modo Ataque para mejorar sus posiciones. Sin embargo, Vergne protagonizó un momento tenso al salirse de la pista, aunque sin consecuencias graves. Durante este período, la aparente calma ocultaba las tensiones latentes que pronto explotarían.
Conforme avanzaban las vueltas, la presión aumentó considerablemente. Los Porsche de Wehrlein y Da Costa escalaron posiciones ante lo que parecía ser un clímax inevitable. La parada de De Vries provocó la intervención del Safety Car, alterando los planes de todos los participantes. A siete vueltas del final, un accidente múltiple en una chicane exigua llevó a la suspensión temporal de la carrera con bandera roja.
Tras el reinicio, la emoción alcanzó su punto máximo. Pilotos como Da Costa enfrentaron limitaciones al no contar con Modos Ataque disponibles, lo que afectó su rendimiento en la reanudación. En un desenlace inesperado, sanciones de diez segundos impactaron en varios competidores, entre ellos Nato, Rowland y otros prominentes nombres. Esto catapultó a Wehrlein hacia la victoria, acompañado en el podio por Di Grassi y Da Costa. Esta edición de Miami subrayó una vez más la esencia impredecible de la Fórmula E.