Una experiencia personal marcó el camino espiritual de Amanda. A través del vínculo con una amiga de la infancia, se introdujo al mundo de la Iglesia Evangélica, donde encontró un sentido especial en su vida. En este espacio, Amanda descubrió una forma única de conectarse con lo divino, adoptando prácticas como las oraciones arrodilladas y el uso del velo, que considera hermosas tradiciones dentro de la congregación. Este entorno le brindó no solo un lugar de culto sino también un sentido de pertenencia.

El respeto a la autonomía individual es un valor que Amanda valora profundamente. Cree firmemente que cada persona debe tener el derecho de elegir su propio camino espiritual. Por eso, ha decidido presentar a su hija Helena a la fe cuando sea el momento adecuado, pero siempre dejando claro que será Helena quien decida si desea bautizarse o seguir cualquier otra creencia religiosa. Esta postura refleja un profundo respeto por la libertad de elección y la importancia de permitir que cada individuo encuentre su propia verdad espiritual.

Cada uno tiene el derecho a explorar y definir sus propias convicciones. El camino hacia la fe es un viaje personal que debe ser respetado y honrado. Amanda enfatiza que la verdadera espiritualidad radica en la capacidad de cada persona para tomar decisiones informadas y conscientes sobre su propia fe, sin presión ni imposición externa. Este enfoque promueve un ambiente de respeto mutuo y comprensión entre diferentes creencias, fortaleciendo los lazos comunitarios y fomentando un diálogo abierto y constructivo.