Un conserje, visiblemente perturbado durante una llamada telefónica, repetía constantemente una palabra mientras expresaba su angustia. El operador intentó obtener detalles cruciales sobre las personas involucradas, incluyendo sus características demográficas, pero el informante, sumamente alterado, no pudo proporcionar información precisa. Este individuo enfatizaba su incapacidad para acceder al lugar y solo podía observar desde afuera.
El personal encargado del mantenimiento mostró signos evidentes de conmoción durante la conversación telefónica. En lugar de responder a las preguntas formuladas por el operador, se encontraba en un estado emocionalmente vulnerable, manifestando su desconsuelo de manera recurrente. La situación lo había afectado profundamente, impidiéndole pensar con claridad.
A medida que la conversación avanzaba, se hizo patente la dificultad que experimentaba el conserje para procesar la escena que presenciaba. Las palabras que pronunciaba reflejaban su profundo malestar y frustración ante la imposibilidad de intervenir directamente. A pesar de los esfuerzos del operador por guiarlo y obtener datos relevantes, el impacto emocional era abrumador, haciendo casi imposible obtener respuestas coherentes.
La descripción ofrecida por el testigo estuvo limitada debido a su posición externa frente a la situación. Solo podía percibir fragmentos parciales de lo que ocurría dentro, sin tener acceso directo al área afectada. Esta restricción física exacerbó su sensación de impotencia.
En varias ocasiones, el informante resaltó su incapacidad para adentrarse al espacio donde se encontraban las personas afectadas. Sus comentarios indicaban que estaba restringido a observar a través de ventanas, lo cual le brindaba una visión limitada de la escena. Esta perspectiva externa añadía un nivel extra de tensión y urgencia a su comunicación, ya que sentía la necesidad de transmitir información vital sin poder hacerlo de manera efectiva.