Según un estudio publicado por los auditores de la Unión Europea, los consumidores se ven expuestos a un número cada vez mayor de declaraciones, logotipos y etiquetas en las etiquetas de alimentos. Estas pueden ser no solo confusas, sino también engañosas. Aunque las normas de la UE intentan garantizar que las etiquetas proporcionen información básica, se han encontrado lagunas preocupantes en la legislación y problemas con los controles y las sanciones.
Por ejemplo, las empresas pueden ser muy creativas en lo que introducen en los envases, y las normas no siempre se adaptan a un mercado en constante evolución. Esto hace que miles de millones de consumidores europeos sean vulnerables a mensajes engañosos intencionados o involuntarios. Algunos productos azucarados, como las barras energéticas, pueden publicitarse como con "alto contenido en proteínas", aunque tengan un alto contenido en grasa, azúcar o sal.
Además, los consumidores están cada vez más expuestos a declaraciones de propiedades saludables no reguladas sobre sustancias vegetales o "botánicas". Estas declaraciones, como las que "contribuyen a la recuperación de energía" o "mejoran el rendimiento físico", carecen de pruebas científicas, pero aún así se utilizan para atraer a los clientes.
Asimismo, las normas de la UE permiten el uso de declaraciones nutricionales y de propiedades saludables incluso para productos con alto contenido en grasa, azúcar o sal. Esto crea confusión entre los consumidores, que no siempre pueden diferenciar entre productos saludables y no saludables.
En el caso de las personas con alergias alimentarias, las etiquetas "excesivamente cautelosas" en materia de alérgenos pueden limitar la libre elección de productos. Además, los vegetarianos y veganos se ven "especialmente afectados" al no estar regulado el etiquetado de estos productos.
Los distintivos nutricionales en la parte frontal de los envases, como el sistema Nutri-Score, la batería NutrInform y la Cerradura, no están armonizados a escala europea, y no existe consenso entre las partes interesadas sobre qué sistema de etiquetado debe utilizarse. Esto hace que los consumidores tengan más dificultad al momento de elegir alimentos más saludables.
A pesar de las deficiencias en las etiquetas alimentarias, la educación de los consumidores no parece ser una prioridad. Bruselas solo asignó alrededor de 5,5 millones de euros a campañas de sensibilización sobre el etiquetado de los alimentos entre 2021 y 2025, y las campañas de los Estados miembro son "esporádicas". Esto significa que los consumidores a menudo no saben cómo interpretar correctamente las etiquetas de alimentos.
Las empresas alimentarias también pueden aprovechar las insuficiencias de los controles y las sanciones. Los controles funcionan "bien" para los elementos obligatorios del etiquetado de los alimentos, pero hay pocos controles o ninguno en lo que respecta a la información voluntaria o a las ventas de alimentos en línea. Esto significa que los consumidores pueden ser expuestos a productos con información falsa o engañosa.
En cuanto a las infracciones, los auditores de la UE concluyen que las multas no siempre son "disuasorias, eficaces o proporcionadas". Esto significa that las empresas no siempre se sienten motivadas a corregir sus prácticas incorrectas, lo que agrava la situación de los consumidores.