En la madrugada del pasado 12 de enero, un sismo moderado sacudió las tierras de Michoacán, generando cierta alarma entre los residentes locales. Este fenómeno natural, con una magnitud de 4.0, fue registrado por el Servicio Sismológico Nacional y tuvo su epicentro cerca de la localidad de Coalcomán. Aunque no se reportaron daños significativos ni víctimas, el evento sirvió como recordatorio constante de la vulnerabilidad sísmica que caracteriza a esta región geográfica.
En la tranquila atmósfera del amanecer, cuando el reloj marcaba las 2:45 horas del 12 de enero, los habitantes de Coalcomán fueron sorprendidos por un movimiento telúrico que alteró brevemente su rutina. El temblor, originado a unos 43 kilómetros al sur de la ciudad, alcanzó una profundidad de 16.2 kilómetros bajo la superficie terrestre. A pesar de su intensidad moderada, este sismo fue suficiente para despertar conciencias sobre la importancia de mantenerse preparados ante posibles réplicas o eventos mayores.
El Centro Nacional de Prevención de Desastres (Cenapred) aprovechó la ocasión para reiterar su llamado a la población, instándolos a confiar únicamente en fuentes oficiales durante situaciones de emergencia. Asimismo, se enfatizó la necesidad de revisar cuidadosamente las estructuras residenciales en busca de daños potenciales y limitar el uso de dispositivos móviles solo para casos urgentes. Además, se recomendó extremar precauciones ante posibles fugas de gas y mantenerse alerta frente a futuras sacudidas.
Este evento también sirvió como oportunidad para recordar medidas preventivas cruciales antes, durante y después de un terremoto. Entre ellas destacan la elaboración de planes de contingencia, participación en simulacros de evacuación y preparación de mochilas de emergencia. Durante un sismo, es vital mantener la calma, buscar refugio seguro lejos de objetos que puedan caer y actuar con prudencia dependiendo del entorno, ya sea estacionándose fuera de peligro si se está conduciendo o buscando zonas elevadas si se encuentra cerca de la costa.
A lo largo de la historia, México ha experimentado terremotos devastadores que han dejado huellas imborrables en su memoria colectiva. Eventos históricos como los ocurridos en septiembre de 1985 y 2017 demostraron cómo incluso movimientos aparentemente menores pueden tener impactos significativos en infraestructuras urbanas. Estos momentos críticos han servido como catalizadores para mejorar las estrategias de respuesta y prevención, convirtiéndose en hitos decisivos en la forma en que la sociedad mexicana aborda estos desafíos naturales.
Desde una perspectiva periodística, este sismo nos recuerda la importancia de estar siempre preparados y conscientes de nuestro entorno. Cada evento sísmico, por pequeño que sea, ofrece una valiosa oportunidad para reflexionar sobre nuestras prácticas de seguridad y reforzar nuestra resiliencia comunitaria. La historia nos enseña que la preparación y la información son nuestras mejores aliadas en la lucha contra los caprichos de la naturaleza.