La desinformación consiste en creer firmemente en información falsa. Las teorías conspirativas buscan explicar eventos atribuyéndolos a designios secretos. Aunque las teorías conspirativas implican desinformación, no todas son conspirativas. El principal motor psicológico es la defensa de nuestras creencias. Cuando las informaciones nos amenazan, tergiversamos o despreciamos. Esto se conoce como razonamiento motivado. Además, la democratización de la información ha permitido la creación de comunidades basadas en desinformación. Los influencers, como Daniel Esteve o El Xokas, tienen gran poder de influencia. La desinformación se nutre del funcionamiento de la red, ya que los algoritmos priorizan contenido que confirma nuestras creencias y es más breve, negativa y emocional.
Esto conlleva un consumo más emocionalmente cargado y negativo de la información, favoreciendo la polarización. Esta polarización intensifica la competencia entre sistemas de creencias y favorece la desinformación y la conspiranoia, generando resentimiento y enfrentamiento.
La aparición de realidades alternativas es un gran desafío. Para construir una sociedad mejor, necesitamos cooperación y decisiones basadas en evidencia. Cooperar significa asumir que los demás son morales y podemos trabajar juntos. Hemos presenciado la solidaridad en la movilización de personas para ayudar a las víctimas. Pero también tenemos la responsabilidad de buscar la máxima precisión y difundir solo la información correcta. La próxima catástrofe climática requiere una gestión más eficaz.
Debemos dejar de lado la defensa excesiva de nuestras creencias y ser más abiertos y críticos. Si estamos más polarizados, nuestras respuestas serán más radicales, entorpeciendo la colaboración. Debemos trabajar juntos para afrontar los desafíos de la sociedad.