Distintos medios británicos apuntan a que la actividad de estos espías era coordinada desde Reino Unido. Durante tres años en activo, realizaron misiones por toda Europa, incluso llegaron a pasar por una ciudad española, Valencia. Los fiscales británicos aseguran que emplearon técnicas y materiales sofisticados para recoger y transmitir información sensible. Además, se dice que habrían discutido el secuestro y asesinato de opositores al Kremlin.
En total, las autoridades británicas estiman que la célula espía ha llevado a cabo hasta seis operaciones. Varian desde tender trampas a familiares de mandatarios internacionales hasta obtener información personal de soldados ucranianos. Una de las operaciones más sonadas es la que tuvo lugar en Alemania, en una base militar estadounidense cerca de Stuttgart, donde se trasladaron soldados ucranianos para ser entrenados en el uso del sistema de defensa aérea Patriot. El objetivo de los búlgaros era recopilar datos de los móviles de los soldados ucranianos utilizando un equipo de vigilancia sofisticado y luego geolocalizar el paradero de los sistemas de defensa aérea.
La ‘cuarta operación’ enfocada en Kazajistán es especialmente llamativa. La fiscalía británica señala que la intención de la red era conseguir la complicidad del presidente, Kasim-Yomart Tokáev, ofreciendo soluciones a problemas que la célula iba a crear. Entre las actuaciones barajadas se encontraba la creación de videos pornográficos falsos del hijo del presidente, seducirlo e incluso planificar una protesta falsa que terminara con la liberación de sangre falsa contra la embajada.
Actualmente, los tres investigados han mantenido su inocencia. La red estaba compuesta por al menos otros dos miembros, Orlin Roussev de 46 años y Biser Dzhambazov de 43. Roussev estaba a cargo de la organización del grupo y dependía de una tercera persona que le facilitaba las instrucciones. Tanto Roussev como Dzhambazov han confesado los hechos y se espera que el juicio se extienda hasta febrero de 2025.