En la mañana del 25 de diciembre, el mundo de la música perdió a una figura icónica. A los 69 años, Dulce dejó este mundo tras una prolongada lucha contra diversas complicaciones de salud. Durante semanas, sus fans y seres queridos siguieron con atención los informes sobre su condición, que en ocasiones parecían optimistas. Sin embargo, la realidad era más compleja y dolorosa de lo que se había revelado públicamente.
En un período marcado por incertidumbre y desafíos, la cantante enfrentó problemas respiratorios agudos que requirieron una intervención quirúrgica importante. En medio de reportes contradictorios, amigos cercanos como Gerardo Medina y Lolita de la Vega ofrecieron detalles sobre los verdaderos acontecimientos. Según estas fuentes, la artista pasó por momentos críticos en terapia intensiva, donde se sometió a procedimientos médicos urgentes para tratar infecciones pulmonares y otros males que afectaban su bienestar.
La historia de Dulce se entrelaza con la pandemia de COVID-19, que debilitó significativamente su salud ya frágil. Su situación empeoró rápidamente, llevándola a un punto en el que incluso experimentaba alucinaciones. Fue en ese momento cuando su yerno la encontró en un estado grave, lo que precipitó su ingreso hospitalario. Aunque inicialmente se habló de un tumor renal, las pruebas posteriores revelaron una metástasis en los pulmones, señalando un cáncer avanzado.
A pesar de los esfuerzos médicos y el apoyo de sus allegados, Dulce no pudo resistir la enfermedad. Sus últimos días estuvieron rodeados de misterio y especulación, con comunicaciones limitadas y declaraciones ambiguas que confundieron a muchos. Finalmente, el silencio prevaleció mientras su familia pedía respeto y privacidad durante este difícil momento.
Desde la perspectiva de un periodista, la historia de Dulce nos recuerda la importancia de la transparencia y la honestidad, especialmente en tiempos de adversidad. Su partida deja un vacío en el corazón de muchos, pero también nos invita a reflexionar sobre cómo abordamos la comunicación pública en situaciones delicadas. El legado de Dulce perdurará no solo a través de su música, sino también como un recordatorio de la vulnerabilidad humana y la necesidad de cuidarnos unos a otros.